DONDE SOY AJENA AL RUIDO, AJENA A MI MENTE.

martes, 2 de septiembre de 2014

Maduramos con los daños, no con los años.

A lo largo de mi vida he leido cientas de veces el periodico y he mirado por encima la temida página de las esquelas, esa llena de nombres de gente normal como tú y como yo misma, he visto en el telediario la noticia del fallecimiento de muchas personas desconocidas cada una por causas distintas, gente de edades variadas, gente con una familia, amigos, una pareja, gente que se ha ido dejando atrás una vida y a muchas personas llorando a su muerte, o gente que se va sin dejar nada atrás, gente que no tiene a nadie que se lamente por su perdida, pero al fin y al cabo gente con el mismo derecho a vivir que cualquiera de nosotros. Toda la vida pensando que la muerte es algo lejano, es algo que solo les pasa a los demás, que no tiene nada que ver contigo, hasta que un día la vida te da un golpe enorme y pierdes a alguien importante en tu vida, a alguien conocido, querido, cercano a ti. Ese día tu vida da un giro de ciento ochenta grados, maduras sin quererlo, casi sin darte cuenta, aprendes a valorar lo que tienes, aprendes a querer a los que te importan, aprendes a quererte incluso a ti mismo. En ese momento te das cuenta de la suerte que tienes por estar en este mundo, y es que quizás haya llegado el momento de disfrutar la vida por ti y por los que se han ido, piénsalo.